EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD
Hace 15 años, la Facultad de Ciencias Económicas (UBA) abría su propio Centro Cultural
¿Por qué el arte perdura? ¿Qué es aquello que nos hace valorarla? ¿Es el arte la memoria sagrada de la Humanidad? Preguntas que parecen extrañas cuando en realidad se busca rememorar un hecho del pasado próximo. Es que la acción parte de una idea, y las ideas son moldeadas por la voluntad.
En 1994, la Facultad de Ciencias Económicas comenzaba un nuevo período de gestión, del entonces decano Rodolfo Pérez (hoy fallecido). Tenía la particularidad de haber llegado a ese puesto por la pujanza de un grupo de jóvenes provenientes de la militancia universitaria: hoy esos mismos jóvenes, ocupan espacios de gestión igualmente importantes en nuestra Casa de Estudios.
La cultura había tenido cierta continuidad en la década del 50 en nuestra Facultad. No por nada su Aula Magna, hacia 1994, era un verdadero teatro (luego sería reformado adoptando las características que observa hoy, claramente vinculadas a una sala de conferencias.) Pero la verdad, es que luego de la oscura noche de la dictadura, nunca se había desarrollado un proyecto cultural serio. En marzo de 1994, existía una dirección de cultura y deportes pero, más allá de lo formal, la realidad es que las actividades artísticas en la Facultad se limitaban a encuentros corales (con coros de otras facultades e instituciones, porque no había uno de la FCE, algunos conciertos de guitarra, y muestras de cuadros sobre unos paneles blancos, que alguien había tenido la iniciativa de adquirir. Hoy la mayoría de esos paneles ofician de carteleras en diferentes espacios de la Facultad.)
Fabián Famá, el secretario de extensión de entonces, tuvo la virtud de abrir las puertas de sus oficinas a las iniciativas y propuestas que quisieran presentarse. Fue así como un grupo de personas, comenzamos a presentar iniciativas artísticas que tenían que ver con lo básico en materia de cultura: talleres, exposiciones, ciclos de cine, obras de teatro, conciertos, etc. A los tres meses de implementarse tales acciones, pronto quedó claro que depender de las aulas de la Facultad, y mucho más, del Aula Magna, imposibilitaba desarrollar estas actividades en los horarios pico más habituales y concurridos. Más de dos décadas sin planificación cultural, hacían que sencillamente no hubiera espacio para la cultura. Fue entonces cuando surgió la idea de buscar un lugar específico para desarrollar estas actividades. Pero… ¿dónde?
Cuando la búsqueda, a mediados de Agosto de 1994, parecía fracasar: el encuentro casual con uno de los arquitectos del área de planificación, lo cambió todo (en esa época se hicieron grandes obras en la Facultad, como los puentes del primer piso, o el S. U. M -salón de usos múltiples-, y gran cantidad de oficinas, entre otras cosas.) El arquitecto Senet, me indicó que en un sótano que daba a la calle Uriburu, había funcionado hacía muchísimo tiempo, un comedor estudiantil. El espacio, era utilizado para guardar trastos y toda clase de elementos como depósito.
Tras informar al Secretario de Extensión, fuimos junto al arquitecto Senet a ver “el lugar”: era una pesadilla. Literalmente se asemejaba a un basurero, en donde predominaban bancos de madera de la década del treinta. Una mugre, no exenta de roedores, coronaba el paisaje. Pero no había opciones. O buscábamos la manera de transformar ese lugar o simplemente no se podrían desarrollar actividades artísticas de porte. La ironía llegaría después, cuando nos enteramos que no podíamos limpiar el lugar, debido a que los bártulos, verdadera inmundicia, no podía ser retirada debido a que estaba “inventariada”: alguna vez había servido y, si desaparecía, nos exponíamos a que fuéramos acusados de apropiación de material académico, un verdadero hurto. Este percance, sumado a otros de índole burocrático que sería demasiado extenso relatar, había parado literalmente el proyecto. Fue así que empezamos a generar contactos con otros espacios culturales y figuras del espectáculo, para asesorarnos respecto a cómo podíamos realizar acciones que permitieran hacer avanzar el proyecto. La generosidad del gran dramaturgo Carlos Pais (fallecido el año pasado), que había comenzado a dar clases con el nuevo proyecto, nos puso en contacto con figuras de gran nivel, además de lo que nosotros mismos pudimos generar. Pero en esencia, como él trabajaba en la programación del Teatro General San Martín, esta institución ofreció su apoyo a la iniciativa de un espacio cultural en la F.C.E. (UBA).
A principios de septiembre, Fabián Famá modifica la dirección de deportes y cultura, y la divide en dos, a efectos de jerarquizar sus actividades. En deportes, nombró a Marcelo Ibañez, y en cultura, tuve el honor de recibir la responsabilidad de dirigir el área: lo cual facilitaba, en parte, las acciones que debían desarrollarse para garantizar nuestro centro cultural. El 19 de septiembre de 1994, el Secretario de Extensión envió una nota al decano, en donde le explicaba la necesidad de crear el Centro Cultural de Ciencias Económicas, en el antiguo comedor que se había convertido en depósito. Lo más importante de la misiva, es que encontraba una solución para el problema burocrático de los artículos inventariados: habíamos contactado a una serie de instituciones para que recepcionaran esos bancos y trastos como donación. Un donativo, evitaba cualquier demanda futura de los artículos inventariados.
Cuando el lugar empezó a ser vaciado, merced a las donaciones, su aspecto no era nada promisorio. Más bien seguía pareciendo un depósito con pocas virtudes para ser habitado. Como si fuera poco, a finales de 1994, supimos que cualquier modificación del lugar, debía realizarse a partir del armado de un pliego de licitación; lo cual significaba una espera de tiempo inaudita para las necesidades del proyecto: en el mejor de los casos, se hablaba de dos a tres años de trabajos, cumpliendo todas las instancias.
Otra charla providencial con el arquitecto Senet, me hizo saber que, presentando un proyecto bien delineado, y la obtención de recursos para sustentarlo, podían evitarse los plazos de la licitación: ahora el desafío era conseguir dinero más allá de los recursos de la Facultad. Era eso o esperar de dos a tres años.
Fue así que, a comienzos de 1995, nos propusimos obtener los recursos, a los efectos de inaugurar el Centro Cultural en el transcurso del año. La licitación hubiera llevado las cosas a casi el fin del mandato, en 1998. Para esa fecha, la cultura, durante todo un período de gestión, no iba a ser mucho más que cuando se había empezado en 1994. Creamos entonces una asociación civil, para canalizar recursos, por vía de las donaciones, y el armado de cursos arancelados en el área de idiomas. Es destacable la labor realizada en dicha asociación por Santiago Buzzi, Martín Uriarte, Mariano Calabrese y Francisco Paredes que, al solo efecto de colaborar, y sin retribución alguna, garantizaron su funcionamiento. Por otra parte, gestionamos una donación del Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas (CECE), cuyo presidente, Alberto Zaldivar, se mostró muy dispuesto a colaborar, al igual que el Presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires, Fernando Moroni.
La obra requería algo más de $ 7.000 (30.000 pesos de hoy). Este precio exiguo, fue posible presupuestarlo, por la gran colaboración de los no-docentes, que se avinieron a cobrar una cifra casi simbólica, para contribuir con el proyecto. Meses después me aseguraron que una licitación hubiera triplicado esta cifra, más que nada por la mano de obra. Pero aún con esta enorme contribución de nuestro personal no docente, muchas veces no reconocido, hacia Agosto de 1995 contábamos con algo más de $ 2.200 (producto de la Asociación), y una cifra similar otorgada por el CECE. Nos quedaba más de un tercio del presupuesto para poder hacerlo realidad.
El dinero restante fue otorgado por la Secretaría de Hacienda de la Facultad, merced a la gestión de José Luis Giusti, que encontró la forma legal de confeccionar un expediente, para que el dinero pudiera ser entregado en los plazos fijados.
Fue así que el jueves 2 de noviembre de 1995, inauguramos el Centro Cultural de Ciencias Económicas, como consta en la página 4 de la Revista Vínculos, revista de la Facultad antecesora de la actual Gaceta. Se dice allí que, en una jornada cultural de 12 horas de duración (desde el mediodía hasta la medianoche), hubo espectáculos de tango, jazz, rock, clásico, y la puesta teatral de la obra “El Fondo del Silencio”, de Carlos Pais, interpretada por Francisco Cocuzza (producción del Teatro General San Martín).
Los padrinos del nuevo Centro Cultural inaugurado fueron, nada menos, que figuras de la talla de: Eladia Blazquez, Leonor Manso, Patricio Contreras, Victor Heredia, Roberto Cossa y Napoleón Cabrera, entre otros. A poco de ser inaugurado, el Centro Cultural contó con primeras figuras de la lírica, como Dante Ranieri, y varias integrantes de los elencos estables del Teatro Colón. El tango pareció encumbrarse en las presentaciones del Maestro Grillo. Obras de teatro siguieron la verdadera confección de temporadas, que en 1996 llegaron a su mayor expresión: el seminario dictado por el Maestro Perez Celiz, “Crónica de la vida de un Artista”, se dio en una sesión audivisual extraordinaria. Cabe destacar que la sala principal del Centro Cultural, que hoy es la sala China Zorrila, mostraba una confección muy distinta, estando alfombrada, y con un color claro, acondicionada como sala de exposiciones. Perez Celis consideró a nuestro centro cultural, como una de las mejores salas de exposiciones de la ciudad de Buenos Aires (la gestión posterior, modificó su configuración e hizo al espacio estrictamente teatral).
El canal Bravo, de Cablevisión, se hizo presente en varias presentaciones teatrales, y en las versiones libres de ópera que fueron presentadas, lo que posibilitó que se diera a conocer el Coro de la Facultad recién creado, o la presentación de la Orquesta juvenil dirigida por el Maestro Mario Benzecry.
Se pudieron ampliar los talleres, hacer las primeras presentaciones de libros, y asegurar que Ciencias Económicas fuera la primera facultad en contar con un Centro Cultural propio. Este año, al cumplirse 15 años de esta victoria de la cultura, el Espacio Cultural SABATO se apresta a homenajear dicha iniciativa, celebrando que, este primer paso, impulsara los nuevos procesos que hacen del SABATO, un lugar de referencia en la cultura de Buenos Aires, contribución de la Universidad Pública a la sociedad que la sustenta.
En materia artística, el Laboratorio Cultural, área de experimentación que ha creado los elencos permanentes del SABATO en teatro, danza y música, ofrece desde 2008 producciones propias, dándole una nueva dimensión a los desafíos artísticos que comenzaron con todo lo que se ha narrado.
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