viernes, 14 de noviembre de 2008

Guión de "Una Hora Americana"


1918 - 2008

Leonardo Bugliani

“UNA HORA AMERICANA”
Tragedia musical en 1 acto

Música de Santiago Buzzi

Personajes:

Deodoro Roca

Dante Alighieri

Marcelo

Pablo

Lara

Camila

Deodoro/doble

Ménades (Coro Escénico):

9 integrantes femeninos.

Coro Musical.

Orquesta de cámara.

A Hernán Rossi
Comienzo del viaje:

(El público es recibido en la antesala por las ménades enmascaradas. Las mismas le entregan a cada espectador, una rama de laurel. Es necesario que el aspecto y el trato sea intimidante, aunque no agresivo. Debe pedírsele a los presentes, que guarden silencio. Poco después se les indica si desean iniciar el viaje, dando detalles de los riesgos que este implica, puesto que abandonarán todo lo conocido (mundo profano), para conectarse con lo invisible (mundo sagrado).

Cruce de la laguna Estigia

Los espectadores son invitados a recorrer un pasillo completamente oscuro. Una de las ménades tiene un farol mínimo, que apenas alumbra. Otras dos portan incienso en unas máculas.

Voz: Esta no es una obra de teatro y debo advertirles las consecuencias del camino que vais a emprender. El único verdadero teatro que habéis conocido es vuestras vidas mismas; y ahora, si traspasáis este umbral, morirá todo aquello que creísteis real, y os encontraréis con vuestro verdadero Ser, por el poder del misterio de la vida indestructible. (Pausa prolongada.) Vais a acompañar a nuestro héroe, Deodoro Roca, y así, junto a él, conoceréis su vida, que es la vuestra, la de cualquier mortal; y como cada uno de los actos que acometéis se reflejan en la eternidad: para que cuando volváis de este recorrido, si es que volvéis, comprenda, cada uno de vosotros, que la vida y la muerte en nada se asemejan a lo que se os ha enseñado. (Pausa prolongada.)

¿Estáis dispuestos a iniciar el viaje?

(Las ménades vuelven a preguntar a los espectadores si desean emprender el viaje. Si alguno desistiera por cualquier razón, será acompañado hasta la antesala sin pedirle explicación alguna.)

(Sonidos tribales invaden todo el espacio. Tambores rítmicos. También se escuchan lamentos. Todos los sonidos se detienen de golpe. Se abre la puerta que conecta al mundo sagrado.)

(Las ménades ayudan a los espectadores a ingresar a la cámara, y luego a ubicarse en sus respectivas sillas. Instantes después, cierran la puerta de entrada que da al mundo profano.)


Decoración del espacio

(La sala en su conjunto es el espacio escénico en el cual se representa el viaje simbólico de Deodoro Roca. Exactamente en el centro de toda la sala (cámara) hay 3 ó 5 filas de 11 sillas cada una. Del lado derecho (si la visión parte de la entrada), hay una roca de considerable tamaño. A su lado, una calavera con una vela encendida. Paralela a la piedra y cerca de la primera hilera de sillas, un ataúd sin tapa y, dentro de él, se encuentra Deodoro Roca. Del lado derecho, hay un podio típico de orador.)

Voz: Observad como yace nuestro héroe. Reflexionad acerca de que los más grandes hombres de la humanidad han tenido igual destino. Todos los seres humanos actúan en función de su comprensión de la muerte. Y por esa visión errónea de este misterio viven en la forma equívoca en que lo hacen. La muerte es el único misterio que debemos comprender. (Breve pausa) Ved a Deodoro Roca ahí, tendido, sin más fuerza o valor que esa roca que se encuentra a su lado. Por última vez voy a preguntaros: ¿estáis dispuestos a iniciar el viaje? (Pausa.)

Visitas el interior de la Tierra para encontrarte. (Pausa.) Viajero: nada encontrarás afuera de ti que tenga valor. Más bien obsérvate, explora tu interior, y conocerás el sendero. Ninguna verdad hallaréis aquí que primero no hayas descubierto dentro de ti mismo.

Inicio formal de la obra


Obertura Musical


(Oscuridad total. Mientras la música inunda la sala, el aroma del incienso quemado penetra en el recinto.)



(Sumida la escena en la más completa oscuridad, comienzan a escucharse movimientos, pero no puede apreciarse de que naturaleza son los mismos. Por momentos parecieran pisadas de personas caminando, luego se asemeja al oleaje típico de la costa. A poco de producirse lo descrito, empieza a aparecer una neblina que invade el escenario y, gradualmente, en el horizonte, aparece una estrella de cinco puntas que se va iluminando con intensidad. Cuando es muy visible, casi como el Sol en el amanecer, suenan once campanadas rítmicas sucesivas. Las ménades, ataviadas con ropaje negro y máscaras en los rostros, son nueve. La niebla llega a su mayor intensidad, al punto que no permite que nada se vea. Suena un segundo acorde pero más breve. Las ménades cambian de posición en un movimiento circular.)


Música de escena

(Una tenue luz blanca alumbra el ataúd en donde se encuentra Deodoro con una túnica de color gris recostado en un ataúd. Está en un profundo letargo, con una corona de laureles colocada sobre su plexo solar. Las ménades emiten sonidos de lamento: un chirrido gutural cada vez más molesto y amenazante. Cuando Dante Alighieri se hace presente acercándose a Deodoro, las ménades varían el tono de sus voces frenéticas. Dante observa detenidamente el cuerpo de Deodoro. Tras algunos segundos, se reclina y contempla la corona de laurel que está sobre el cuerpo de Deodoro. Toma la corona, la observa, y se la coloca en su cabeza. Después se pone con las piernas extendidas por encima del ataúd de Deodoro, parado. Toma con su mano derecha la diestra de Deodoro y, de un solo impulso, lo levanta del ataúd. Deodoro recupera al instante la vida).

CORO (con voz poderosa y límpida).- He aquí el poder de la vida indestructible.

(Deodoro está frente a Dante, pero tiene dificultades para observar su entorno. Las ménades quitan el ataúd y comienzan a girar como sombras en pena en el sentido contrario del reloj.)

DEODORO ROCA (alejándose unos pasos de Dante e intentando esquivar a las ménades).- ¿Eres quien creo? (Ambos, durante el diálogo, estarán girando alrededor de las filas de sillas.)

DANTE ALIGHIERI (Lleva un volumen de “La Divina Comedia” en su mano. Jovial).- Yo, por el contrario, estoy seguro de quien eres, porque vine a buscarte.

DEODORO (entre asombrado y expectante).- Extraña es la muerte. (Breve pausa.) Es cualquier cosa menos lo que imaginan los seres humanos.

DANTE.- No es mucho más extraña que la vida. (Breve pausa.) De ella tampoco parecen conocer mucho los seres humanos.

DEODORO.- A la vida la conozco… en cambio esta sensación…

DANTE.- No la recuerdas… a todos nos ocurre en este tránsito. (Las ménades quedan estáticas.)

DEODORO (observa cada rasgo de Dante).- Pero de todo lo que me tocó en suerte hasta ahora, nada me sorprende más que estar convencido de quien es Usted.

DANTE (en tono docente).- Esa no es la clase de recuerdos que importan.

DEODORO (emocionado).- Pero como no recordar al divino Dante Alighieri.

DANTE.- La misma importancia que encontrarse con Deodoro Roca.

DEODORO (en tono neutro que no permite adivinar su estado).- ¿Se burla de mí?

DANTE.- La misma sorpresa experimenté cuando salió a mi encuentro Virgilio.

DEODORO (conmocionado por las implicancias de lo que le ha dicho Dante).- ¿Quiere decir que lo que escribió en la Divina Comedia no era ficción sino una experiencia real?

DANTE.- Todas son experiencias de la conciencia. Lo demás es maya, una completa irrealidad. No hay ninguna diferencia entre una obra escrita o cualquier existencia humana. Todo es la mente del Uno. (Las ménades recobran el movimiento y giran con mayor frenesí emitiendo un sonido ligero.)

DEODORO (notoriamente impactado por las palabras de Dante).- Pero su pluma, admirado Dante Alighieri, estaba a la altura de la de Virgilio. Pobre de mí si tengo que compararme a tamaños artistas…

DANTE.- Aquí no tienen importancia los logros artísticos. (Arroja el volumen de “La Divina Comedia” al suelo.) Sólo cuenta si se trata de un buen metal.

DEODORO (sorprendido).- Metales… ¿está hablando de alquimia?

DANTE.- Por supuesto. Eres un buen metal, Deodoro Roca. Y eso es lo único que cuenta para este viaje.

DEODORO (estupefacto).- ¿Viaje…? Dijo… ¿viaje? (Dante asiente ceremonioso con la cabeza y las ménades hacen lo propio desde su lugar.) Suponía que sería Caronte el que me guiaría con su barca… (Saca una moneda de su bolsillo y se la muestra a Dante.)

DANTE.- No es posible el ascenso y la comprensión sin el viaje.

DEODORO.- Es extraña la muerte.

DANTE.- No menos extraña que la vida. Ahora estamos al otro lado del valle, pero es la misma experiencia. (Breve pausa.) ¿Estás dispuesto a emprender el viaje?

DEODORO (con voz segura).- Estoy preparado.

DANTE.- Debes permanecer siempre en silencio, para no perturbar a los moradores y darte la oportunidad para comprender.

(Dante toma la mano de Deodoro y, muy lentamente, empieza a recorrer en círculo el escenario, siempre en la dirección de las agujas del reloj. Las ménades, como ánimas, los siguen desde atrás en procesión. La música inunda la sala. Mientras se produce el recorrido, medio giro, el coro canta los siguientes versos.)


CORO cantado.-

Abandonad los sueños y quimeras,
que lo mejor, como Sileno dijera:
es no haber nacido siquiera.


(Al culminar el breve recorrido, Dante deja a Deodoro donde se encuentra la piedra y la calavera con una vela encima. Deodoro se sienta sobre la roca de espaldas al público. De golpe, la luz desaparece por completo y el escenario solo refleja la luz de la vela. Las ménades se han colocado en todos los ángulos del espacio y en cada lado del rectángulo que es toda la sala.)


DEODORO (con voz trémula).- Uno nunca puede encontrar un momento para detenerse y observar. De eso se trata todo… (Breve pausa.) Por eso lo único permanente es el conflicto. (Sus palabras son un largo crescendo). Yo lo viví. Yo lo sentí en cada momento… Observé a los hombres. Observé a la sociedad y no entendía por qué todo era tan injusto, tan caótico. (Breve pausa.) Nadie que observe la realidad con un dejo de sensibilidad puede dejar de ser un reformador. Por eso, la rebeldía debiera ser la condición natural del hombre, de un tipo de ser humano que se trascienda a sí mismo.

ANIMA (ménade) I.- ¡Calla insensato! (Deodoro no se inmuta.)

ANIMA II.- ¿¡Crees que estás en una asamblea!?

ANIMA III.- ¡Conócete a ti mismo…!

ANIMA IV.- ¡…y conocerás al Universo y a sus Dioses!

ANIMA V.- ¡Calla insensato!

ANIMA VI.- Solo el silencio te otorgará las respuestas.

ANIMA VII.- Dentro de ti hallarás todas las verdades.

DEODORO (firme).- He muerto y nada temo.

CORO.- La muerte es el espejo de la vida. Calla, temerario, que aquí revives tu pasado, conoces el futuro y encuentras el eterno presente. (Pausa.) Aquí se templan todas tus vidas. (Breve pausa.) Aquí pereces y renaces por toda la eternidad.

DEODORO (por primera vez muestra inquietud que, de todas formas, está lejos del miedo. En tono pausado, quejumbroso, pero que va tornándose firme).- La vida que viví me pertenece. Y volvería a vivirla eternamente.

CORO.- ¿Acaso volverías al cáncer, a las muertes de tus seres queridos, a la ingratitud de los hombres y el olvido de tus proezas?

DEODORO (firme).- ¡Sí!

CORO.- ¿Acaso es ese episodio de Córdoba el que te envalentona? (Con sorna.) ¿Fue esa tu gran gesta?

DEODORO.- Gesta… proeza… ninguna. Solo amo mi vida entera.

CORO.- Todas las obras de los hombres no son más que arena, que espera el curso de la marea, para desintegrarse.

DEODORO.- Aunque así fuera volvería a realizar todo lo que hice.

CORO (en tono amenazante).- ¡Calla, imprudente! ¡Los hados no te favorecen! ¡Aquí eres menos que una sombra!

DEODORO.- Aquí, en esta soledad, vuelvo a jurar fidelidad a mis ideas reivindicando cada una de mis acciones que emprendí, correctas y equivocadas.

CORO cantado.-

Todas las obras de los hombres no son más que arena,
que espera el curso de la marea,
para desintegrarse.


(Las ménades entran en estado éxtasis, y comienzan a girar descontroladamente por todos los sectores del escenario, hasta que finalmente desaparecen para ocupar los lugares en los que se encontraban.)


Recitativo

(A cada frase de Deodoro, un largo acorde le responde y acompaña.)



DEODORO.- La muerte me sorprendió sin que pudiera dejar mi mayor herencia. (Acorde y fraseo musical.) Solo me ocupé de las menudencias de mis escasos valores terrenales. (Acorde.) Ahora me doy cuenta de que no he escrito mi testamento inmoralista. (Acorde y fraseo.) Aquí el tiempo es eterno y puedo remediarlo.

(Breve melodía.)

Testamento Inmoralista

Deodoro declama en la completa oscuridad:

“Mi vida no fue ni corta ni larga. Simplemente fue una vida vivida plena e intensamente. Y en el tiempo que me tocó actuar, pude entender que no existe nada más elevado que amar al destino y crearse uno mismo sus propios valores.
Solo hice lo que creí y sentí. Y muchas veces me equivoqué. Pero prefiero los errores propios que cualquier certeza o verdad ajena.
Esquilo prefirió mencionar en su epitafio que había pertenecido al ejército ateniense que derrotó a los persas en Maratón, sin hacer mención a sus maravillosas tragedias. Cuando lo leí en vida me pareció muy extraño y no lo comprendí. Ahora lo comprendo. Yo soy, fui y seré, los días de la reforma de Córdoba, el manifiesto. Eso solo justifica mi vida. Y todos los sinsabores y amarguras que pudieron embargarme en algún momento, lejos están de empañar aquellas horas. La vida de un ser humano puede expresarse por completo en una acción, en su actitud y esmero en un par de jornadas. Ese entregarse de lleno a algo superior lo conecta con la eternidad, le recuerda que está emparentado a los titanes, entre quienes sobresale Prometeo, benefactor de la humanidad.
La eternidad reside en el instante. Y por muchas que sean las mareas, nada le arrebata al hombre haber templado su destino para envidia de los mismísimos Dioses”.


(Breve melodía que remarca la heroicidad del testamento inmoralista de Deodoro. Todo se mantiene oscuro. Dante regresa con una antorcha y se coloca detrás de Deodoro.)


DANTE.- ¿Estás dispuesto a realizar este viaje?

DEODORO (firme).- Lo estoy…

(Dante lo toma de la mano y lo conduce. La marcha siempre es en el sentido de las agujas del reloj.)

DANTE.- Al lugar al que nos dirigimos, ni los ojos de los vivos o los muertos tienen capacidad para percibir.

DEODORO.- Felices los que pueden ver más allá de sus ojos.

DANTE.- Para ciertas vivencias, mil vidas no alcanzan.


(Dante se detiene a poco de llegar al centro del escenario. Domina un claroscuro.)


VOZ (amenazante).- ¡Temerario aquel que pretende adentrarse en los misterios!

DANTE.- Es un metal valioso.

VOZ.- ¡¿Acaso no sabéis que este lugar ha sido vedado a los mortales?! (La voz se torna completamente agresiva.) ¡Aleja a ese imprudente antes que pague por ello!

DANTE.- Desea conocer el misterio de la vida indestructible.

VOZ (marcial).- Quien ignora lo que es la muerte, no puede vencerla.

DANTE.- ¡El no temió enfrentarla!

CORO.- Percibimos su deseo de retorno, que lo aleja de lo eterno. Vuelve pues a vivir tus días y horas, y zambúllete en las orillas del tiempo que encadena y somete.

(Deodoro, por indicación de Dante, comienza a avanzar. Se escucha un tremendo griterío, golpes, lamentos. Las ménades entran en delirio y acosan, a cierta distancia, a Deodoro. Emiten chillidos que van desde lo más agudo al tono grave. Deodoro no se intimida y avanza a paso firme. Todo el bullicio va in crescendo. La música es un conjunto de notas disonantes y lúgubres. Golpes rítmicos que surgen de todos los sectores. Cuando la tormenta de sonidos llega a su clímax, las ménades rodean a Deodoro, forman un remolino en torno a él, y lo arrojan al abismo.)

CORO.- Decora una y otra vez, por siempre, el paisaje de espejismos.

(Deodoro aparece caído. Marcelo se hace presente.)

MARCELO (visiblemente contrariado. Grita con fuerza).- ¡Deodoro! ¡Deodoro! ¡Deodoro! ¡Aparecé que la policía está en todas partes! (Mira a un lado, observa todo el lugar buscando a Deodoro.) Tenemos que replegarnos. Los muchachos piensan que tenemos que hacernos fuertes dentro del Rectorado. (Reconoce a Deodoro en el suelo. Se dirige bruscamente y con desesperación hacia él. Lo asiste.) Deodoro… ¿estás bien?

DEODORO (confundido por completo).- Sí, preparado para el viaje.

MARCELO (preocupado).- ¿Qué viaje? El viaje lo vas a tener con los polis si no nos vamos al Rectorado pronto.

DEODORO (aún mareado, estupefacto y confundido).- Que bueno volverte a ver, Marcelo.

MARCELO.- Dejáte de macanas que la cosa se puso pesada. Los curas apuestan fuerte a la represión. Si nos tienen que meter bala no van a dudar en hacerlo.

DEODORO (que se incorpora y pone de pie).- No tengo miedo alguno.

MARCELO.- Nunca confundas la prudencia con la cobardía.

DEODORO.- No, no me refiero a eso.

MARCELO (con cierta desesperación).- Sea lo que sea, Vos sos el alma de esta rebelión. Te necesitamos vivo.

DEODORO.- ¡Estoy más vivo que nunca!

MARCELO.- Tenés que terminar de redactar el manifiesto. Ese es el arma que más estamos necesitando, que la gente comprenda que esto no es solamente un tema universitario, sino una hora americana. ¡Qué bueno es ese primer párrafo que me mostraste!

DEODORO (alegre, abraza a su amigo).- “Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena…” (Su emoción es completa.) “Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más”.

MARCELO (igualmente emocionado).- “Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”.

DEODORO (mira hacia el horizonte).- Cuidado, Marcelo. Hay dos policías del otro lado.

MARCELO (entrando en pánico).- Salgamos de acá ya mismo.

DEODORO (confiado y fraternal).- Tranquilo amigo, que los hados están de nuestra parte.

MARCELO (nervioso).- Pues ayudemos a los hados… (Salen del lugar.)
(Deodoro regresa corriendo. El claroscuro retorna a la escena.)
DEODORO (deteniéndose bruscamente).- Los perdimos, Marcelo. (Se detiene. Mira con brusquedad a todas partes.) Marcelo… estamos a una cuadra del Rectorado…
(Aparece Dante. Las ánimas se pliegan detrás y a los lados de Dante.)
DANTE (ceremonioso).- El primer viaje ha concluido.
DEODORO (confundido).- Pensaba que…
DANTE (brusco, interrumpiéndolo).- ¿Estás dispuesto a iniciar el segundo viaje?
DEODORO.- Lo estoy.
(Dante coloca su mano derecha en el hombro izquierdo de Deodoro y lo invita a reiniciar la marcha. Se escuchan ruidos de estruendo, bombas, disparos y toda clase de sonidos que denotan la lucha y el combate. Las ménades participan del recorrido de Deodoro con gestos y acciones que enfatizan la situación de conflicto, pero no profieren grito alguno. La marcha se detiene bruscamente por indicación de Dante y el escenario vuelve a quedar a oscuras.)
VOZ I.- Esta es una revolución. Una auténtica revolución que viene a completar lo que se inició en la revolución de mayo.
VOZ II.- ¡Basta de profesores vitalicios!
VOZ III.- ¡La soberanía recae en los estudiantes! ¡Gobierno de los estudiantes!
VOZ IV.- ¡Revolución americana!
VOZ V.- ¡Libertad, Igualdad y Fraternidad!
VOZ VI.- ¡Convoquemos a todos los pueblos de la América!
VOZ VII.- ¡América!
CORO cantado:
¡América! ¡América! ¡América!

(Una luz tenue enfoca a Deodoro que está declamando desde un atril.)
DEODORO (exultante).- Propongo abolir los exámenes. Ninguna enseñanza valiosa merece ser considerada como tal si su aprendizaje demanda esfuerzo. Por esto mismo, todo examen debe ser abolido, puesto que es el que aprende quien debe, por medio de su creatividad y entusiasmo, manifestar y demostrar que sabe por sí mismo, con sus proyectos y dedicación. (Aplausos.) ¡¿Qué autoridad tiene un profesor en demandar un conocimiento que su pedagogía no ha logrado que penetre con entusiasmo y pasión en su educando?! (Fuertes aplausos.) Un estudiante no debe ser instruido en lo que debe pensar, contenidos de bolilleros, sino ser estimulado para aprender a pensar, para desarrollar sus propias ideas, cuestionar la realidad y poner todo en duda. (Los aplausos son cada vez más entusiastas.) Algún día la educación se centrará en el Ser, puesto que no hay arte más supremo que conocerse y formarse a uno mismo. Alguna vez la educación versará sobre los temas del espíritu humano, de su búsqueda interior y de su relación con el Universo. (Aplausos apoteósicos.)
(Vuelve la oscuridad.)
DANTE (con su antorcha se acerca a Deodoro).- El segundo viaje ha concluido. (Breve pausa.) ¿Estás dispuesto a realizar el tercer y último viaje? (Las ménades profieren un sonido breve pero amenazante.)
DEODORO.- Lo estoy.
(Dante toma del hombro izquierdo a Deodoro y lo impulsa a la marcha. Esta vez el recorrido se produce en un silencio total. Las ménades permanecen en sus posiciones sin realizar acto alguno ni pronunciar palabra.)
DEODORO (con entusiasmo cuando termina el recorrido).- Estoy cerca de la luz…
DANTE (solemne).- Estás cerca de conocer el misterio de la vida indestructible. (Apaga la antorcha.)
CORO (declama en la completa oscuridad).- Luces y sombras. Memoria de los tiempos, de lo que transcurre y retorna.
(Música que transita de una melodía calma y reflexiva a una expresividad heroica.)
(Iluminación que no deja ninguna duda acerca de que el espacio/tiempo que se refleja es el siglo veintiuno. En el escenario, hay PC’s personales (notebooks), y la ropa de Lara, Camila y Pablo, son claramente postmodernas.)
LARA (en tono declamativo de neto corte político).- Lo que discutimos aquí, es la esencia misma de la Universidad. (Deodoro está claramente perplejo por encontrarse en el futuro con el que no está familiarizado. Se ubica al costado izquierdo del escenario para escuchar al orador y, al mismo tiempo, escruta cada objeto, en especial los que no existían en el tiempo que le tocó vivir.) Está claro que gran parte de las demandas del manifiesto de la reforma, no se ven plasmadas del todo en la actual Universidad, y que el diagnóstico que Deodoro Roca escribía respecto a las camarillas profesorales, son muy actuales. (Deodoro entra en completa confusión al escuchar la cita de su nombre y su escrito. Sigue con suma atención las palabras de la oradora.) Que no exista hoy una autoridad monástica que por arbitrio del dogma y la fe condicione los contenidos y regule con exclusividad acerca de lo que se debe y puede en términos de lo académico, no significa que una forma más peligrosa y nociva haya tomado cuerpo en estas augustas estructuras y, en nombre del espíritu y las ideas de la reforma, haya creado un modelo igualmente parasitario y retrógrado que, diciendo defender el carácter público y gratuito de la enseñanza, haya entronizado un poder que, si bien laico, tiene los mismos vicios y nulidades de la otrora autoridad monacal. (Aplausos.) El cientificismo puede ser tanto o más dañino que el dogma, puesto que a diferencia de este, se presenta bajo el aura de la razón y el progreso. (Breve pausa.) Debemos advertir, necesariamente, que la extraordinaria concepción del cogobierno, no garantiza la defensa de los principios que le dieron sustento, y pueden incluso, ser el paradojal soporte legal de una forma de poder burocrático, acientífico, y enemigo de la transformación y la reforma que, en tiempos de la revolución tecnológica y la sociedad del conocimiento, son perentorias y no pueden demorarse. (Aplausos. Breve pausa.) Hoy el cogobierno es enemigo de la reforma o, para decirlo en términos más correctos, estructuras y manejos de grupos de poder internos desnaturalizan el proceso electoral en los claustros haciéndolos muy dependientes de aparatos políticos o monopolios administrativos que lucran con este estado de cosas. (Estallan los aplausos. Gran bullicio. Gritos, nuevos aplausos de aprobación y algunas expresiones de rechazo.)
PABLO.- Tengamos cuidado con lo que decimos, porque buscando mejorar la Universidad actual, esta clase de planteos puede dar lugar a que los enemigos de la reforma utilicen el estado de caos deliberativo, y la rebeldía irresponsable de algunos que buscan el protagonismo que no han obtenido en las urnas, para retrotraernos a la Universidad anterior a 1918. (Aplausos. Breve pausa.) La Universidad puede ser autárquica pero mientras dependa de los recursos del estado, debe permanecer en una perpetua vigilancia. (Aplausos. Gritos. Manifestaciones favorables y contrarias.)
CAMILA (enérgica).- Lo que está en juego es el sentido mismo de la Universidad, como aquí mismo se dijera. ¿Podemos en pos de defender las amenazas señaladas de quienes aún no aceptan lo establecido en 1918 o por estrategias solapadas de desfinanciación, seguir sosteniendo una estructura que tiene mucho de académico pero cada vez menos perfil científico y, sobre todo humanístico? ¿Podemos seguir sosteniendo en nombre de la reforma esta Universidad profesionalista que por momentos parece dedicada a favorecer los requerimientos del mercado? ¿No pretendían los reformistas del dieciocho que la Universidad fuera un templo de la Sabiduría, la Fuerza intelectual y la Belleza de la construcción de espíritus libres?
PABLO.- Muy bellas palabras cuando otros tienen la responsabilidad de administrar crisis presupuestarias permanentes y la más variada gama de aspectos gravosos que comentarios simplistas parecen desconocer.
LARA.- ¡Habla la voz del funcionario, del que se beneficia del estado de cosas cobrando salarios ominosos que no guardan proporción con la crisis presupuestaria que se expone y mucho menos con las retribuciones de la inmensa mayoría de los profesores! (La tribuna polemiza a favor y en contra con un gran bullicio que mezcla aplausos, abucheos y todo tipo de gritos y proclamas.)

PABLO.- No responderé calumnias. Bien es sabido que muchos de los honestas personas que podrían ser encuadradas en estas gratuitas aseveraciones podrían ganar tres o incluso cuatro veces más en la actividad privada…

CAMILA (interrumpe, irónica).- Y profesan una entrega denodada por lo público…

PABLO (exaltado. Grandilocuente).- Sí señor… gente comprometida y dedicada a lo público. No se puede cuestionar el honor de las personas tan ligeramente. (Breve pausa.) Como dijera Risieri Frondizi: los verdaderos enemigos de la reforma son los utópicos que por exigirlo todo de inmediato impiden los procesos de transición y de cambio gradual.

CAMILA.- No creo que Risieri Frondizi, con ese pensamiento, se refiriera a Deodoro Roca. Aunque tu forma de reformularlo bien podría juzgar los hechos de 1918 como un atentado contra la estabilidad institucional universitaria.

LARA.- Lo que decide el carácter de insubordinación, desmán o reforma, es el resultado final de un proceso eminentemente político, definido por quien resulte ganador. (Breve pausa.) Deodoro Roca es un prócer de la reforma porque la rebelión de Córdoba triunfó. Si no hubiese sido así, quizás sería considerado un réprobo perturbador o directamente hubiese caído en el olvido.

PABLO.- ¡Palabras! ¡Palabras! Son solo palabras… Aquí lo que cuenta son los hechos, y no hacerle el juego a los verdaderos enemigos de la Universidad Pública, Gratuita y Cogobernada. (Breve pausa.) Aquí cuenta el compromiso de cada uno y estar a la altura de la historia. Porque algunos, no sé por qué extraños intereses de ego personal y apetencia política, se quieren hacer pasar o creerse Deodoro Roca. ¡Aquí necesitamos prudencia y desprendimiento!

DEODORO (interviene con voz pausada pero firme).- Aceptar los errores es comprender la realidad. Por eso nunca se ha transformado nada sin que medie el diagnóstico para comprender lo que acontece. (Todos los presentes están extrañados por la intervención de alguien que no conocen, y tampoco descubren la identidad del orador. Tras una breve pausa, Deodoro habla visiblemente conmocionado.) No hay que luchar contra la oscuridad: basta con encender una vela. (Ahora dirige su mirada y gestos hacia el público.) Eso fue 1918: encendimos una antorcha que ahora está en vuestras manos. Los enemigos de la Luz siempre existirán. ¡El verdadero trabajo es impedir que la llama se extinga!

(Aplausos. Denso bullicio. A continuación, y mientras la luz va cayendo hacia la completa oscuridad, se escuchan, entremezclados, los diálogos recientes entre Lara, Pablo y Camila, variando la tonalidad de las voces, entremezclándose, haciéndose por momentos más rápidas y lentas.)

CORO (Con una entonación casi de carácter religioso.).- Volverás a escuchar las mismas voces y cada momento será revivido. Lo que llamas pasado ahora está aconteciendo. Lo que crees futuro es lo que está transcurriendo. Dichosos los que han dejado caer el velo y coexisten en el eterno presente.

CORO cantado:

¡La Eternidad reside en el Instante!
¡La Eternidad reside en el instante!
¡La Eternidad reside en el instante…!

(Pablo, Lara y Camila entregan al público el Manifiesto de la Reforma Universitaria escrito por Deodoro Roca mientras el coro canta.)

Voz: habéis salido de la rueda del ciclo del eterno retorno. Uno nunca vuelve a ser el mismo cuando se pone en contacto con la eternidad.

(La luz reaparece y se puede visualizar a Dante Alighieri junto a Deodoro Roca. No se alcanza a ver sus rostros porque llevan ambos una capucha negra.)

DANTE (paternal).- Deodoro Roca: tenemos en nuestro interior la semilla de la que brota el futuro y, en este mismo instante, somos la totalidad del pasado. Y de la misma manera somos el eterno presente. (Deodoro, claramente aturdido, se aleja de Dante. Camina desorientado, como si no pudiera ver. Al llegar al extremo derecho y al fondo del escenario, extiende sus brazos hacia delante como si intentara tomar algo con sus manos. Dante lo observa con atención, pero sin intervenir. Los movimientos de Deodoro se detienen bruscamente cuando se escucha, como un eco, algunas partes del diálogo del tercer viaje y también de los otros dos. Tras esto, las ménades se aproximan a él y lo rodean. Deodoro vuelve a caminar desorientado. Refriega sus ojos con las manos, como si intentara tratar de ver mejor, pero no puede apreciarse su rostro, escondido bajo la capucha. Poco después, se reproduce el comienzo de la escena anterior al primer viaje, cuando Deodoro se encuentra en la roca, reflexionando. Deodoro encapuchado observa a Deodoro en la cámara.)

DEODORO (con voz trémula).- Uno nunca puede encontrar un momento para detenerse y observar. De eso se trata todo…

DANTE (acercándose al Deodoro encapuchado).- Observa al que ha sido tu peor enemigo. (Señala con su mano derecha al Deodoro que se encuentra en la roca. Poco después, la luz vuelve a desaparecer.)

CORO.- Ha superado las pruebas indispensables para abandonar la oscuridad y ser uno con la Luz. (Se escuchan tres campanadas.) Celebramos la vida. Celebramos la muerte. Todo es Uno, y lo Uno está en Todo.

(Melodía triunfal.)

DANTE (ceremonioso).- Dioses, ánimas, demiurgos… (Quita la corona de laurel que llevaba puesta para colocarla en la cabeza de Deodoro Roca. Con voz solemne). ¿Qué es lo que pedimos para los espíritus que se encuentran a las puertas del misterio de la vida indestructible?

MÉNADES y CORO cantado (a toda voz).- ¡Luz! ¡Luz! ¡Luz!


(La música domina toda la escena, y cuando se produce el acorde final, una tremenda luz blanca es dirigida hacia los espectadores, al punto de encandilarlos y segarlos. Las ménades, Dante y Deodoro, quedan estáticos en sus respectivos lugares. Tiempo después, oscuridad.)


Obra registrada en ARGENTORES
Leonardo BUGLIANI, matrícula 6530, Sociedad General de Autores de la Argentina (ARGENTORES). Derechos reservados.

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