LABORATORIO CULTURAL
Hacia una cultura del Ser
Hacia una cultura del Ser
“La mejor forma de hacer, es Ser”. (TAO. Lao Tse)
“La imaginación es más importante que el conocimiento” (Albert EINSTEIN)
La modernidad está basada en la lógica binaria (la misma que gobierna a las PC), que genera una dicotomía entre la mente y el cuerpo. Eso ha provocado que el arte, verdadera metafísica de la vida, se haya segmentado en sus diferentes disciplinas. Pero eso no fue así en el pasado. La cultura, tal como la conocemos, desciende de la tragedia ática. En ella, todo lo que conocemos como disciplinas artísticas (teatro, música, danza, etc), se fundían en una concepción unitaria. La tragedia, creación del dios Dionisio, y articulada por su par, Apolo, era una ceremonia religiosa en la cual se buscaba “salir de lo cotidiano”, para “volver a unir” el conocimiento (misterios), que es el verdadero significado de la palabra religión (de religare). Por supuesto, la religión griega poco tenía que ver con nuestra herencia monoteísta. No había esa diferenciación binaria de “cielo y tierra” o “sagrado y profano”. El ser era uno con el universo. Por eso, científicos de la talla de Eratóstenes (que estableció la redondez y extensión de la Tierra en el siglo III (a. C), era astrónomo, matemático, pero también crítico teatral y dramaturgo. Esta no era una excepción, sino la regla. Lo que llamamos filosofía, ciencia, religión y arte, eran una unidad propia de la educación griega llamada paideia. Ellos jamás habrían entendido nuestro concepto de “profesionalismo” y mucho menos el de “especialización”.
El arte en su origen era una unidad mente/cuerpo. El Laboratorio Cultural se propone recuperar esta rica tradición que dio origen al arte total o Gran Orfeo, como lo llamaban los helenos, la génesis que dio origen a nuestra cultura.
El Laboratorio Cultural es un intento de realizar lo que Salvador Pániker define como aproximación al origen, que es un viaje hacia las profundidades de nuestra cultura en un genealogía tan osada como la marcha de Jasón y los argonautas en la búsqueda del Vellocino de Oro. Pero este desafío no se limita al mero análisis filológico. La meta no es la antigüedad sino el eterno presente. El arte moderno ha intentado buscar originalidad de las maneras más complejas y extrañas. Algunos intentos fueron meritorios, otros resultaron menos encomiables. La diferencia de nuestra propuesta, es que no consideramos “original” a la diferenciación con lo que existió, sino, por el contrario, a poder sumergirse en el origen para regenerar el arte en una metamorfosis que necesariamente nos debe llevar más allá del posmodernismo, pero, sobre todo, de la lógica binaria que califica lo existente en términos del bien y del mal.
Por eso la definición de “laboratorio”: porque nos remite a la experimentación y el análisis. Utilizamos una denominación muy vinculada a la ciencia, “laboratorio”, unida a “cultura”, para terminar con esa división irreal del arte y la ciencia, para empezar a vivenciar una percepción holística (universal e integrada) .
En una primera etapa, el Laboratorio Cultural intentará aportar elementos, trabajos y días, en pos de que el Centro Cultural Ernesto Sábato trascienda su condición de espacio cultural. Los espacios, en términos de la física cuántica, ya no están determinados por la medida. En el universo, establecido hace más de cien años por la teoría de la relatividad, ya no existe el tamaño, sino la escala. No podemos pensar la cultura en términos de “espacios” sino, en todo caso, por nociones de espacio/tiempo. Eso nos permite plantear un plan de trabajo que integre toda la experiencia artística humana, yendo más allá de la experimentación. Hablamos de recrear las bases mismas de la cultura a efectos de recobrar la unidad perdida por el nacimiento de la lógica y el racionalismo. Si esto pudiera empezar a vislumbrarse, ya nadie podría definir a la intuición como irracional, sino, en todo caso, concluir que razón y emoción son opuestos complementarios que producen movimientos de la percepción vinculados a la propia evolución de la conciencia. Apolo era el dios de la razón, pero también regía el Oráculo de Delfos.
En este comienzo, estaremos dedicados a crear las bases funcionales para la realización del recorrido señalado. Empezaremos creando una pequeña orquesta de cámara constituida por maderas, bronces, y el acompañamiento del piano; la misma cumplirá los roles característicos de presentar conciertos pero con un agregado diferencial: estará diseñada para participar en producciones del laboratorio para que estas cuenten con música en vivo. También se desarrollará un coro escénico que no cumplirá el conocido rol de los coros de presentarse como conjunto musical en conciertos, sino concebido especialmente a efectos de interactuar con las puestas escénicas unido a la orquesta.
A su vez, daremos inicio a la constitución de un elenco estable de danza relacionada a todo lo que entendemos como folklore, pero que, con el tiempo, esperamos que se amplíe a los demás estilos (clásico, afro, etc). Lo mismo en cuanto a la constitución de una compañía de teatro permanente del Centro Cultural Sábato, que a partir de las audiciones y su integración, será el núcleo de las producciones que se realicen. Y no menor será el aporte de un equipo interdisciplinario de performances urbanas que coordinará Blanca Rizzo, que ya trabaja y aporta su rica experiencia en el Sábato desde hace casi dos años.
Todos estos núcleos serán el humus que nutrirá al Centro Cultural de una nueva dimensión que lo transformará en creador y productor de experiencias artísticas, generados en un ciento por ciento por el Sábato. También se trabajará con directores y artistas independientes o de otras instituciones culturales en producciones mixtas. Y desde luego se seguirán convocando espectáculos de nivel de compañías y grupos independientes.
Esta concepción interdisciplinaria del arte que los griegos crearon en la tragedia, será el origen de nuestra búsqueda y experimentación que nos permitirá crear nuestra propia mística. Y de eso se trata este desafío: desarrollar un ámbito en el cual la cultura sea entendida desde todas las vivencias del Ser, para que aquella frase que se hallaba en los frontispicios de Delfos y Eleusis, nos otorgue una nueva percepción y dimensión de la vida: “Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a sus dioses”. Quizás entonces podamos recuperar el fuego sagrado que nos hace uno con el Universo.
La modernidad está basada en la lógica binaria (la misma que gobierna a las PC), que genera una dicotomía entre la mente y el cuerpo. Eso ha provocado que el arte, verdadera metafísica de la vida, se haya segmentado en sus diferentes disciplinas. Pero eso no fue así en el pasado. La cultura, tal como la conocemos, desciende de la tragedia ática. En ella, todo lo que conocemos como disciplinas artísticas (teatro, música, danza, etc), se fundían en una concepción unitaria. La tragedia, creación del dios Dionisio, y articulada por su par, Apolo, era una ceremonia religiosa en la cual se buscaba “salir de lo cotidiano”, para “volver a unir” el conocimiento (misterios), que es el verdadero significado de la palabra religión (de religare). Por supuesto, la religión griega poco tenía que ver con nuestra herencia monoteísta. No había esa diferenciación binaria de “cielo y tierra” o “sagrado y profano”. El ser era uno con el universo. Por eso, científicos de la talla de Eratóstenes (que estableció la redondez y extensión de la Tierra en el siglo III (a. C), era astrónomo, matemático, pero también crítico teatral y dramaturgo. Esta no era una excepción, sino la regla. Lo que llamamos filosofía, ciencia, religión y arte, eran una unidad propia de la educación griega llamada paideia. Ellos jamás habrían entendido nuestro concepto de “profesionalismo” y mucho menos el de “especialización”.
El arte en su origen era una unidad mente/cuerpo. El Laboratorio Cultural se propone recuperar esta rica tradición que dio origen al arte total o Gran Orfeo, como lo llamaban los helenos, la génesis que dio origen a nuestra cultura.
El Laboratorio Cultural es un intento de realizar lo que Salvador Pániker define como aproximación al origen, que es un viaje hacia las profundidades de nuestra cultura en un genealogía tan osada como la marcha de Jasón y los argonautas en la búsqueda del Vellocino de Oro. Pero este desafío no se limita al mero análisis filológico. La meta no es la antigüedad sino el eterno presente. El arte moderno ha intentado buscar originalidad de las maneras más complejas y extrañas. Algunos intentos fueron meritorios, otros resultaron menos encomiables. La diferencia de nuestra propuesta, es que no consideramos “original” a la diferenciación con lo que existió, sino, por el contrario, a poder sumergirse en el origen para regenerar el arte en una metamorfosis que necesariamente nos debe llevar más allá del posmodernismo, pero, sobre todo, de la lógica binaria que califica lo existente en términos del bien y del mal.
Por eso la definición de “laboratorio”: porque nos remite a la experimentación y el análisis. Utilizamos una denominación muy vinculada a la ciencia, “laboratorio”, unida a “cultura”, para terminar con esa división irreal del arte y la ciencia, para empezar a vivenciar una percepción holística (universal e integrada) .
En una primera etapa, el Laboratorio Cultural intentará aportar elementos, trabajos y días, en pos de que el Centro Cultural Ernesto Sábato trascienda su condición de espacio cultural. Los espacios, en términos de la física cuántica, ya no están determinados por la medida. En el universo, establecido hace más de cien años por la teoría de la relatividad, ya no existe el tamaño, sino la escala. No podemos pensar la cultura en términos de “espacios” sino, en todo caso, por nociones de espacio/tiempo. Eso nos permite plantear un plan de trabajo que integre toda la experiencia artística humana, yendo más allá de la experimentación. Hablamos de recrear las bases mismas de la cultura a efectos de recobrar la unidad perdida por el nacimiento de la lógica y el racionalismo. Si esto pudiera empezar a vislumbrarse, ya nadie podría definir a la intuición como irracional, sino, en todo caso, concluir que razón y emoción son opuestos complementarios que producen movimientos de la percepción vinculados a la propia evolución de la conciencia. Apolo era el dios de la razón, pero también regía el Oráculo de Delfos.
En este comienzo, estaremos dedicados a crear las bases funcionales para la realización del recorrido señalado. Empezaremos creando una pequeña orquesta de cámara constituida por maderas, bronces, y el acompañamiento del piano; la misma cumplirá los roles característicos de presentar conciertos pero con un agregado diferencial: estará diseñada para participar en producciones del laboratorio para que estas cuenten con música en vivo. También se desarrollará un coro escénico que no cumplirá el conocido rol de los coros de presentarse como conjunto musical en conciertos, sino concebido especialmente a efectos de interactuar con las puestas escénicas unido a la orquesta.
A su vez, daremos inicio a la constitución de un elenco estable de danza relacionada a todo lo que entendemos como folklore, pero que, con el tiempo, esperamos que se amplíe a los demás estilos (clásico, afro, etc). Lo mismo en cuanto a la constitución de una compañía de teatro permanente del Centro Cultural Sábato, que a partir de las audiciones y su integración, será el núcleo de las producciones que se realicen. Y no menor será el aporte de un equipo interdisciplinario de performances urbanas que coordinará Blanca Rizzo, que ya trabaja y aporta su rica experiencia en el Sábato desde hace casi dos años.
Todos estos núcleos serán el humus que nutrirá al Centro Cultural de una nueva dimensión que lo transformará en creador y productor de experiencias artísticas, generados en un ciento por ciento por el Sábato. También se trabajará con directores y artistas independientes o de otras instituciones culturales en producciones mixtas. Y desde luego se seguirán convocando espectáculos de nivel de compañías y grupos independientes.
Esta concepción interdisciplinaria del arte que los griegos crearon en la tragedia, será el origen de nuestra búsqueda y experimentación que nos permitirá crear nuestra propia mística. Y de eso se trata este desafío: desarrollar un ámbito en el cual la cultura sea entendida desde todas las vivencias del Ser, para que aquella frase que se hallaba en los frontispicios de Delfos y Eleusis, nos otorgue una nueva percepción y dimensión de la vida: “Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a sus dioses”. Quizás entonces podamos recuperar el fuego sagrado que nos hace uno con el Universo.
Leonardo Bugliani
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